Entre semáforo y semáforo fui esperando a que se calentase el aceite motor antes de empezar a acelerar el coche. Cuando parecía una eternidad, la presión bajó al 2 y me dispuse a probar el coche.
Metiendo las marchas, entraban enseguida y se notaba un agarre mucho mayor que antes. El coche cambiaba ahora con más fuerza que antes (108 mil km en el embrague original). Pero pisaba a fondo y fallaba algo.
El motor subía de vueltas con alegría (y ahora más, con el volante motor rectificado) pero a partir de 4 mil vueltas... Nada. No daba tirón. Menuda depre. Y encima yo con una gripe no ya de caballo -de elefante- que no podía con mi alma.
Llegué al garaje, cubrí el coche con la funda y me fui a guardar cama hasta pasar esta maldita gripe.
Ayer me encontraba mejor y me consumía la duda así que me acerqué a echar un vistazo al coche. Tenía que ser una fuga de aire en algun tubo o manguito, pero primero había que encontrarlo.
Cuando vi el coche todo negrito y reluciente me dio pena no haberlo podido sacar estas vacaciones. Abrí el capó y empezaba a mirar cuando se me acercó uno de los vigilantes. Son varios y con personalidades distintas, pero todos muy majos. Éste tiene un Smart y el otro día me lo enseño de arriba abajo y la verdad es que es un gran invento el cochecillo.
El caso es que ahí estaba yo, con la cara de desesperación que debe poner un drogadicto con el mono. "Por qué fallará el turbo, por qué fallará el turbo..." Cogí el tubito de la válvula de vacío y lo seguí... Siguiendo, siguiendo, mira por dónde, el otro extremo estaba... ¡SUELTO!
Debió ocurrir cuando desmonté la caja de aire para cambiar la bomba auxiliar del turbo. El vigilante observaba lo que hacía y cuando pregunté en voz alta "A ver dónde va este tubo, porque ahora no se me ocurre," contestó el hombre,
"¿Y aquí?" señalando a una pieza en Y de goma a la que le sobraba un empalme.
"¡Eureka!" dije yo, con la euforia del que sabe que pronto saldrá del mono. Empalmé el tubito con la pieza en Y, y enseguida le contesté "Tiene Ud. muy buena vista. ¡Ahora mismo voy a probarlo!"
Entonces arranqué y salí del garaje. Otra vez la larga espera para calentarse el aceite motor. Bajó la presión al 2 y rodaba esperanzado por la Avda. Pedralbes en bajada cuando llegó la hora. Fui cambiando de marcha y en 3ª pisé a fondo... Acelera, acelera, sube de vueltas, un poco más y a 4 mil... ¡¡¡Broooooooommmm!!! ¡¡¡Turbo!!! El cochecillo salió despedido hacia adelante con la inercia de una locomotora.
Qué alegría la mía. La vida volvía a tener sentido otra vez. Es que quedarse sin Turbo y encima con la gripe es mucha penitencia para una Semana Santa.
Hala, sólo quería relataros mi pequeño contratiempo.
